POSITIVO, fue lo que pude leer cuando, la médica de mi centro de ITS de confianza,  señaló en el informe con la punta del boli: “Positivo en VIH”. Desde que comencé a tener una vida sexualmente activa, siempre temí este día. Ahora había llegado. Ya estaba. Me tocó.

Para mí hay muchas formas, tantas como personas, de recibir, llevar y asimilar un diagnóstico, cualquier diagnóstico. Las personas con el VIH cargamos con una estigmatización, llena de prejuicios y falta de información. Después de leer ese “Positivo”, sabía que nada había cambiado en mí, seguía siendo la misma persona que unos minutos atrás. También sabía que no me iba a morir de eso. Había oído algo sobre estar Indetectable=Intransmisible y me sonaba que, si tomaba el tratamiento podría tener una carga viral indetectable y no transmitir el VIH a nadie de ninguna manera. Todo eso me lo confirmó la doctora. Sin embargo, estaba abrumado: pensaba en mi familia, en mis amigos, en mis ligues. ¿Cómo iba yo a gestionar todo esto? “Necesito hablar con alguien con discreción, que no se lo cuente a nadie”, pensé. Ningún amigo mío tenía VIH o, por lo menos, nadie me lo había contado aún. Así que decidí hacer caso a uno de esos carteles de sala de espera del hospital que nadie lee y me acerqué a una de estas asociaciones.

STOP, “Trabajando por tu salud sexual”, estaba escrito en el letrero de la entrada de la sede de la ONG Stop. Llamé y entré. Desde entonces han pasado ya 3 años y todo lo que vino después de esa primera visita, la verdad que no puedo decir otra cosa más que gracias.

La acogida o Charla entre Pares fue el primer servicio que utilicé, justo después de recibir el diagnóstico. Fue la primera vez que hablaba con una persona con VIH sobre VIH, de tú a tú. Sin miedo a decir todas aquellas palabras que no dices en una conversación en la calle. Fue tranquilizadora y relajante, sin condescendencia ni compasión. Una primera dosis de alivio y sobre todo de ilusión.

El Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), una reunión discreta y confidencial de personas con VIH, en la que compartimos opiniones, miedos, inquietudes, problemas e ilusiones fue el segundo servicio al que me acerqué. Allí descubrí que no estaba solo, ni mucho menos. Aprendí a aceptarme como soy, a ser honesto con los demás y conmigo mismo. Gracias a ellos, hice una familia con la que comparto vivencias, que me apoyan, me enseñan y me quieren. Me sentí realmente acogido.

El Espacio de Resiliencia y Autoconocimiento (ERA) fue el último servicio que utilicé, sin embargo fue el más reflexivo e integral. Un espacio donde, mediante diferentes dinámicas de grupo e  individuales, corporales o más verbales, se trataba de hacer aflorar emociones por ahí escondidas sobre temas relacionados con el VIH. Un espacio que me facilitó llegar a un proceso más profundo de autoconocimiento. Todos estos servicios son parte de la Comisión de Acompañamiento Positivo.

Echando la vista atrás y fijándome en mi forma de gestionar el diagnóstico, me doy cuenta que ahora, soy una mejor versión de mi mismo. No quiero decir que agradezca haberme infectado de VIH, ni mucho menos. Sí, me enorgullezco de todo lo que he aprendido durante este tiempo:

TENGO MUCHO MENOS MIEDOS

HE CONOCIDO GENTE MARAVILLOSA CON LA QUE COMPARTO MI REALIDAD

HE MEJORADO MIS RELACIONES PERSONALES Y HE INICIADO UN PROCESO DE REVISIÓN PARA RECONOCERME A MI MISMO

ENTIENDO MEJOR MIS ASPECTOS EMOCIONALES, MIS RELACIONES PERSONALES, MI SALUD SEXUAL, MI DERECHO AL PLACER

Y EN DEFINITIVA, EL SER MERECEDOR DE MI PROPIO BIENESTAR

Echando la vista atrás y fijándome en mi forma de gestionar el diagnóstico, me doy cuenta que ahora, soy una mejor versión de mi mismo.