VIH/sida

Los primeros registros del VIH se produjeron en 1981 en Estados Unidos, Nueva York y California, año en el que también se detectaron los primeros casos en Catalunya y España. Es un virus que debilita al sistema inmunitario humano, llegando a inutilizar las propias defensas ante múltiples enfermedades, en particular infecciones. El desarrollo de estas, por la progresiva destrucción de las propias defensas, conduce al síndrome de inmunodeficiencia adquirido, sida, y al fallecimiento en ausencia de tratamiento eficaz.

Siglas VIH cubiertas por una mancha de grafiti con la frase "¿y la cura pa cuando?" con colores neon

La pandemia, según los datos que ofrece ONUsida, ha afectado a más de 80 millones de personas desde sus inicios hasta el año 2021. En el mismo periodo han llevado a la muerte a más de 40 millones de seres humanos. El año pasado se contabilizaban más de 650.000 muertes y un millón y medio de nuevos casos, así como un total de 38,4 millones de personas con VIH/sida, de los cuáles un 75% estaban recibiendo terapia antirretroviral.

Los Tratamientos

1. Primeros tratamientos y primer activismo de 1981 a 1995

En 1981 se registraron los primeros casos de VIH/sida por parte de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos. El año siguiente, la fase terminal de esta nueva infección recibió el nombre de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) y un año más tarde, en 1983, se localizó y aisló el virus origen del sida se localizó y aisló el virus origen del sida que en 1986 se nombró como Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Un año antes, en 1985, había llegado al mercado la primera prueba diagnóstica del VIH, llamado test ELISA, y ese mismo año también se celebró la I Conferencia Internacional del SIDA en Atlanta (EE.UU.).

Durante los primeros años de pandemia, la infección de VIH significó una muerte inevitable a los pocos años. Se señaló social y mediáticamente a los infectados y se vinculó el VIH/sida con determinados grupos sociales que previamente ya padecían discriminación -como hombres gais, trabajadoras sexuales y personas con consumos problemáticos de sustancias psicoactivas-. La estigmatización de determinados colectivos fue la reacción de una sociedad con miedo ante una nueva pandemia que llevó a hablar del VIH/sida como un “cáncer gay”. Durante este período, tanto instituciones y empresas farmacéuticas no le dieron prioridad al abordaje de esta nueva pandemia ni en el ámbito de las políticas públicas de salud, ni en el de las investigaciones del sector farmacéutico.

Act Up y Gais per la Salut

En este contexto, en 1987 nació Act Up en Nueva York, que rápidamente se replicó por gran parte del mundo occidental incluida Barcelona, una organización conocida por su contundente activismo. Reclamaban a empresas farmacéuticas y a instituciones la priorización de la pandemia, consideraban las muertes políticas -porque eran evitables- y demandaban el acceso temprano a fármacos experimentales, así como la aceleración del proceso de desarrollo y aprobación de nuevos fármacos. 

Un abordaje comunitario también se hizo necesario ya que durante los primeros años la desinformación y el desconocimiento, sumado a la estigmatización y la muerte, generaron miedo y confusión lo que hizo mella en la comunidad gay. La comunidad LGTB, asumió su responsabilidad y promovió la prevención y estrategias de respuesta inmediata desde una perspectiva comunitaria. Con esta filosofía nace en 1986 Gais per la Salut, que en 1991 pasaría a llamarse Stop Sida, en el seno de la Coordinadora de Iniciativas Gais que posteriormente sería la Coordinadora Gai-Lesbiana. Gais per la Salut era una iniciativa planteada desde el activismo, la toma de conciencia, la solidaridad y la propia comunidad.

Las primeras iniciativas que se desarrollan son campañas de prevención e información y reparto de condones en locales y saunas destinados a público gay, así como el impulso de talleres y guías sobre sexo seguro. En 1989 se celebra en Barcelona el Primer Gran Baile de Solidaridad con los gays seropositivos con ocasión del 1D y en 1991 se activa el “teléfono rosa” como un servicio de atención telefónica a personas con VIH y que ofrecía información sobre sexo seguro. En 1993 Stop impulsó la primera encuesta de comportamientos y prácticas sexuales entre hombres homosexuales que confirmó las demandas de información sobre salud sexual.

Reacción Institucional y tratamientos

Durante los primeros años de la pandemia, una vez contraído el virus, nada lo detenía y la muerte era el resultado más previsible. Esto fue así hasta que en 1987 se aprobó el AZT, el primer tratamiento disponible. Se recetaba en dosis muy elevadas y tenía una alta toxicidad -una gran cantidad de efectos secundarios- que generó escepticismo y llevó a algunos pacientes a no tomarlo. En medio del avance de las investigaciones, las reivindicaciones de Act Up obtuvieron eco y en 1988 la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos aceptó acelerar el proceso de aprobación de nuevas terapias para el virus. 

El 1 de diciembre se convierte desde 1988 en el Día Mundial de Lucha Contra el Sida a partir de una declaración de la Organización Mundial de la Salud. Ese mismo año el Gobierno español lanza la campaña “SiDa, NoDa: no cambies tu vida por el SIDA”, mientras que un año antes, en 1987, se había creado la Secretaría de Estado para el Plan Nacional del sida. Siete años después (1994) Stop en el marco del programa Cuidate lanzó la primera campaña estatal de prevención del VIH y solidaridad con los personas seropositivas dirigida al colectivo gay. Desde el Plan Nacional sobre el sida no se realizó una campaña específica para población gay hasta el 2006, doce años después. En 1994, también fue el año que se creó el Centre d’Estudis Epidemiològics sobre les Infeccions de Transmissió Sexual i Sida de Catalunya -CEEISCAT- órgano técnico asesor del gobierno catalán referente e la vigilancia epidemiològica del VIH y de las ITS.

Los Tratamientos

2. Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA) de 1995/96 a la actualidad

La aparición del Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA) revolucionó el abordaje de la infección por VIH. Ha sido una de las herramientas más eficientes de lucha contra la pandemia: evita la propagación del virus y, al mismo tiempo, mejora notablemente la esperanza y la calidad de vida de las personas infectadas. Esta nueva generación de tratamientos ha conseguido que el VIH/sida se convierta en una enfermedad crónica, salvo en lo que concierne los aspectos psicosociales, la discriminación y el estigma.  

En 1995 el FDA de Estados Unidos autorizó en un  tiempo récord -menos de 100 días- el primer inhibidor de la proteasa (IP) -el primero de esta familia fue el saquinavir- que se combinaba con dos inhibidores de la transcriptasa inversa análogo de los nucleósidos (ITIN). Esta terapia combinada para el VIH, que fue presentada en 1995 en la 11 Conferencia Internacional del sida en Vancouver, Canadá, reducía notablemente la carga viral que pasó a ser desde entonces el más fiable indicador para el seguimiento del virus. Al medio año de iniciar la medicación el virus estaba controlado y la carga viral se hacía indetectable. Una situación que, años más tarde (2008), permitió afirmar que las personas con tratamiento que son indetectables, no pueden transmitir el virus, lo que revoluciona prejuicios anteriores y ayuda a romper con el estigma. 

Con todo, mientras se confirmaban los avances de los nuevos tratamientos, pero al mismo tiempo, surgen nuevas necesidades a abordar como los efectos secundarios a largo plazo, la adherencia al tratamiento o la resistencia a los fármacos. En estos años, el activismo ya ha conseguido mayor implicación por parte de los gobiernos occidentales y la colaboración entre el sector público y privado en pro de la investigación para la mejora en los tratamientos. Ejemplificando el inicio del cambio de actitud de las instituciones respecto a la pandemia, en 1996 nace el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida conocido actualmente como ONUsida y que promueve políticas y recomendaciones a nivel mundial.

Stop Sida y grupo de trabajo sobre el tratamiento

Se desarrollan, desde finales de los ochenta, organizaciones que abordan la salud sexual del colectivo LGBTI desde una perspectiva comunitaria, muy centrados en ese momento el VIH/sida. Al mismo tiempo surgen grupos de trabajo sobre tratamientos GTT, en muchas ocasiones a partir de Act Up, cuya misión ha sido elaborar y difundir información sobre tratamientos del VIH/sida desde una perspectiva comunitaria. 

Desde Stop se crea en 1995 el servicio de la prueba del VIH que era gratuito y contaba con asesoramiento anterior y posterior a la realización del test, así como acompañamiento emocional. Una línia que se reforzó en 1998 cuando Stop creo el VIH Infoservei, un servicio de información y apoyo a personas con VIH, sus parejas, amigos y familiares. Ese mismo año, también se lanzó la primera campaña de visibilidad seropositiva y en contra del estigma social.

Los dos mil fueron para Stop los años del impulso de la promoción de la detección precoz como herramienta de prevención y de mejora de la eficacia de los tratamientos en las personas que viven con el virus y que incrementan su esperanza y su calidad de vida. Así mismo, la organización amplió su mirada y aportó una visión integral de la salud sexual.

Los Tratamientos

3. Profilaxis Postexposición (PrEP) del 2012 a la actualidad

La aparición del Tratamiento Antirretroviral, la llamada Profilaxis Prexposición (PrEP) es una estrategia preventiva para personas que están expuestas a prácticas de riesgo de forma habitual y así evitar la transmisión del VIH. Los primeros países en autorizarla fueron Estados Unidos, (2012) y Francia (2015) y con posterioridad (2016) lo hizo la Agencia Europea del Medicamento. La PrEP necesita prescripción médica y está vinculada a unos criterios de selección y a un seguimiento posterior. Autorizado en España desde 2019, incluido dentro de las coberturas de la sanidad pública, la PrEP ha sido una estrategia eficaz en personas expuestas de forma habitual a prácticas sexuales de riesgo.

Las Vacunas

Existen dos tipos de investigaciones en las vacunas contra el VIH/sida: la vacuna preventiva, que se administra a personas seronegativas para prevenir la transmisión y la vacuna terapéutica cuya función sería mejorar la respuesta inmunitaria en una persona seropositiva, lo que se podría definir como una cura funcional, aunque no erradicación definitiva. En el caso del VIH/sida contrasta el avance notable en los tratamientos con los repetidos fracasos tanto en la obtención de una vacuna. En los últimos años, la rapidez en la consecución de las vacunas para la pandemia del COVID-19 ha vuelto a poner en el debate social la inexistencia de vacunas para el VIH/sida y los pocos avances existentes. 

Uno de los principales factores que ha dificultado la consecución exitosa de una vacuna ha sido la mutabilidad y variabilidad del virus, que se producen a una velocidad mucho mayor de la que el cuerpo humano puede reaccionar y generar anticuerpos para combatirlo. Una barrera que se ha tratado de solventar a partir de diferentes estrategias que han variado según el momento histórico. El virólogo José Esparza, ha clasificado en tres las fases de la investigación en pro de la vacuna.

1. Primera Fase: 1984 a 2000

Los primeros esfuerzos para conseguir una vacuna comenzaron en 1984, cuando se confirmó que el VIH era el causante del sida. La primera ola de investigaciones intentó la vía habitual de muchas vacunas: estimular el propio sistema inmunitario de las personas para producir anticuerpos neutralizantes de los virus. El principal problema de esta estrategia inicial fue que el VIH muta rápidamente, incluso dentro de un mismo cuerpo, y a mucha mayor velocidad que la capacidad de los anticuerpos para reconocer estos cambios.

2. Segunda Fase: 2000 a 2010

La segunda ola comenzó a principios de los 2.000 y finalizó con la primera vacuna, con cierto éxito, ensayada en humanos en 2009, en Tailandia, y que obtuvo resultados positivos -redujo un 31% las infecciones-. Se probaron dos vacunas que inducían, como en la primera etapa, a la producción de anticuerpos. Los resultados fueron insuficientes para ser aprobada por las autoridades sanitarias como una vacuna, aunque sí esperanzadores. Con todo, la estrategia principal en esta nueva ola fue la de estimular a los linfocitos T citotóxicos -que junto con los linfocitos B que producen los anticuerpos configuran la inmunidad en humanos a largo plazo- y no sólo previenen si no que rastrean y eliminan las células infectadas previamente. La investigación desarrollada con esta filosofía en 2007 en un ensayo con humanos realizado en la fase II de un proyecto llamado STEP no dio resultados positivos.

3. Tercera Fase: 2010 a la actualidad

Esta nueva etapa centra su investigación en aquellos casos de personas que producen anticuerpos que pueden neutralizar de forma efectiva y simultáneamente muchas variantes del VIH. Iniciada a finales de la década de los 2.000, esta línea ha permitido recoger información de gran cantidad de anticuerpos neutralizantes que mantienen su efectividad pese a la variabilidad del virus y que se producen en un número limitado de personas. Concretamente, se ha investigado en la línea de estimular a linfocitos B para producir anticuerpos neutralizantes que permitan anular el virus. 

Actualmente, el Estudio Mosaico es la vacuna preventiva del VIH que se encuentra en una fase más avanzada, la tres en la que se prueba la eficacia de la misma y la última antes de su aprobación por parte de las autoridades sanitarias y su comercialización. Se prevé que sus resultados se conozcan en 2023, participan 3.800 voluntarios seis hospitales españoles y más de ocho países y usa el mismo mecanismo que Jansen ha usado en su vacuna de inmunización contra el COVID-19. Un estudio similar anterior lmbodoko, pero centrado en mujeres jóvenes africanas -mosaico está siendo probado entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y personas trans- no dio resultados positivos, aunque se considera que esto no tiene porqué ocurrir con Mosaico, un proyecto en el que hay puestas muchas esperanzas. Con todo, a partir de la experiencia con el COVID-19 se están comenzando a plantear nuevas iniciativas para vacunas preventivas basadas en la tecnología del ARN mensajero.

En cuanto a vacunas curativas del VIH/sida, todas las iniciativas existentes se encuentran en fase uno, la que comprueba la seguridad de estas. Aún no se ha valorado aún ni su eficacia ni la dosificación adecuada. En estas investigaciones se está teniendo en cuenta los diferentes casos de curación o, por lo menos, de remisión larga de la enfermedad que se han podido documentar en los últimos 20 años. En la mayoría de estos casos, se había producido un trasplante de células madre que, aunque no sea algo generalizable, permite el estudio y caracterización de las células que han conseguido controlar el virus en estos casos.

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